

San Vicente de Paúl
Nace el 24 de abril de 1581 en Pouy en el sur de Francia, en las Landas, muy cerca de Dax. Fue el tercer hijo de los seis que tuvo el matrimonio Juan de Paúl y Beltrana de Moras, honrados y afanosos labradores de la aldea de Pouy.
Ya desde la infancia se descubre en Vicente la grandeza de corazón y un tierno amor a María Santísima. Hizo sus estudios en Dax.
Cree tener vocación. Estudia en Toulouse para recibir las órdenes sagradas. El 23 de septiembre de 1600 recibe el presbiterado en Chateau. A partir de esta fecha es guiado por Dios para organizar y dirigir:
– la Cofradía de la Caridad, un grupo de damas para visitar y ayudar a los pobres en sus domicilios.
– Funda la Congregación de la Misión (Padres Paúles), dedicados a evangelizar a la gente del campo.
– Se encarga de los Ejercicios a los ordenandos.
– Funda las Conferencias de los martes, para la formación del clero de París.
– Funda con Santa Luisa la Compañía de las Hijas de la Caridad, para el servicio de los enfermos y pobres.
– Obra de los Niños Expósitos y otras muchas más …
El 27 de septiembre de 1660 muere en París besando el crucifijo y pronunciando la palabra «confido» tengo confianza.
En el año 1729 es beatificado por el Papa Benedicto XIII y su canonización fue el 16 de junio de 1737 por Clemente XII.
El 16 de abril de 1885 el Papa León XIII lo declara Patrón universal de todas las obras de caridad.
Su fiesta se celebra en al calendario de la Iglesia el 27 de septiembre.

Santa Luisa de Marillac
Nace el 12 de agosto de 1591. Es una parisina de origen oscuro, nunca se supo quien fue su madre. Luis, de la noble familia de los Marillac, le da su apellido y le deja una pequeña renta para cuando él falte. Desde muy pequeña la llevan al convento real de Poissy, de religiosas dominicas. Allí comienza su sólida formación, su excelente cultura, su ferviente iniciación en el conocimiento de Dios.
Hacia los doce años es trasladada a un modesto pensionado donde completará su formación aprendiendo los humildes quehaceres de la casa, las cosas prácticas de la vida, que tan valiosas le serán en el futuro.
Joven de 15 años se siente atraída por la vida de las religiosas capuchinas recién establecidas en París.
Al pedir su ingreso en esa orden es rechazada aparentemente por su frágil salud. Queda la alternativa del matrimonio y la familia de Marillac se preocupa entonces de casar a la joven.
Se elige a Antonio Le Gras, secretario de la reina María de Médicis. El matrimonio se realiza el 5 de febrero de 1613. La felicidad se acrecienta con la llegada de su hijo Miguel. A partir de 1617 sobrevienen dificultades que hacen sentir a Luisa la cruz que la acompañará toda su vida.
Miguel Antonio, su hijo, es enfermizo y difícil, será quizá su cruz más pesada. Los 7 hijos de su tío Octaviano d’Attichy quedan huérfanos y su esposo se hace cargo de la administración de sus bienes descuidando los propios. Por último Antonio cae enfermo y su carácter se vuelve irritable y voluble.
Una profunda crisis vive Luisa cuando el 4 de junio de 1623 ocurre un gran acontecimiento: “La luz de Pentecostés” gracia por la que Dios le da la certeza de la fe y vislumbra lo que será su futura vocación y misión: una pequeña comunidad consagrada al servicio de los pobres. Su esposo muere apaciblemente en 1625.
La vemos luego, ya dirigida por Vicente de Paúl, como misionera visitando las Cofradías de la Caridad fundadas por San Vicente hasta llegar el año de 1633 en el que nace la Compañía de las Hijas de la Caridad, obra en la que Luisa se ocupará hasta su muerte.
Poco a poco las hermanas van formando pequeñas comunidades a donde son enviadas, en París u otros lugares, en ciudades y aldeas a veces bastante alejadas. Luisa visita regularmente a las hermanas, ve el servicio que realizan, conoce las realidades que viven, las dificultades con que tropiezan vigila atentamente para mantener la originalidad de esta nueva forma de vida consagrada y la vitalidad en todas las dimensiones: Servicio, oración, vida fraterna, consagración.
Luisa murió el 15 de marzo de 1660, sólo unos meses antes de Vicente de Paúl. Fue proclamada Santa por la Iglesia en 1934. En 1960 el Papa Juan XXIII la proclamó Patrona de todos los trabajadores sociales.
Vicente y Luisa juntos descubrieron la llamada de los más necesitados de su tiempo. Eran muy distintos, pero su colaboración es testimonio de lo que pueden hacer dos personas animadas por un profundo amor a Dios y al prójimo.

Santa Catalina Labouré
Nació el 2 de mayo de 1806 en una familia de campesinos en Fain-les-Moutiers, pueblo del centro de Francia en la región de Borgoña. Fue el octavo hijo de una familia de diez hijos vivos.
Su madre, Magdalena, murió a los 42 años cuando Catalina tenía sólo 9 años. Fue en ese momento cuando Catalina buscó refugio en el amor ilimitado de la Virgen María “A ti he elegido por mi Madre”, le dijo Catalina.
Luisa, la hermana mayor de Catalina, era Hija de la Caridad y Catalina estaba en contacto con las Hermanas del Hospicio de Moutiers-San-Jean. Tenía entonces 22 años. Estando tan cerca las hijas de la Caridad, ella pensó entrar en esa Comunidad.
Llegó el tiempo a Catalina de hablar con su padre sobre su vocación. Su contestación fue instantánea y formal: “Tú no te irás”. Pedro quería quitar la idea a su hija a cualquier precio. Quizás una estancia en París con su hijo Carlos que tenía un restaurante de clase media podría hacerle cambiar de idea.
Después de gran vacilación, finalmente su padre le dio su consentimiento. El 21 de abril de 1830, Catalina empezó su Seminario (noviciado) en la Casa Madre en la calle del Bac en París. En cuya capilla tuvieron lugar las apariciones de Nuestra Señora.
Poco tiempo después de completar su formación sus superiores la enviaron a Enghien Reuilly, en París, a una casa para el cuidado de los ancianos. Allí estuvo el resto de su vida, Las apariciones fueron una inspiración para la vida de servicio de sor Catalina. La virgen María le había revelado el rostro de Dios en aquellos que sufren.
Catalina tuvo apariciones, pero su proceso de santidad fluyó de su habilidad para ver a Cristo en la vida diaria, sobre todo en el pobre. “Tuve hambre y me diste de comer, estuve enfermo, y en la prisión y me visitaste… Cuanto hiciste a uno de estos hermanos míos más pequeños a mí me lo hiciste (Mt. 25, 37-41).

Sor Martha Ana Wiecka
Nació el 12 de enero de1874 en una región de Prusia que luego se unió a Polonia. Perteneció a una familia no solamente cristiana sino también muy patriota; en la escuela donde Marta estudió estaba prohibido practicar la fe católica y hablar el idioma polonés.
Terminados sus estudios se dedicó a cuidar a sus hermanos y a los deberes del hogar, porque su madre tenía una mala salud, sus hermanos la llamaban la” segunda mamá.”
A los 15 años ya se sentía llamada por el Señor y entonces escribió pidiendo admisión a la Comunidad en la Provincia de Chelmo, pero la respuesta que le dieron fue una invitación a que fuera a pasar la Navidad con las Hermanas, ella aceptó con gozo, fue y hubiera querido quedarse pero le dijeran que estaba muy joven y que debía esperar siquiera otros 2 años. A los 18 entró a la Compañía en la Provincia de Cracovia y después del tiempo de formación fue enviada al Hospital de Lvov, un hospital muy grande con cerca de 800 enfermos; allí trabajaban 50 Hermanas
.En septiembre de 1894 la enviaron al Hospital al de Podhajee y allí hizo sus votos el 15 de agosto de 1897.
Dos años después la cambiaron para Bochina, un hospital más pequeño y una Comunidad de 5 Hermanas. Allí tuvo que su fruir la calumnia de uno de los pacientes, un relojero de mala reputación que veía con celos que Sor Marta se ocupara de un Seminarista que estaba también hospitalizado , al salir del hospital fue donde el Cura Párroco y le dijo que Sor Marta faltaba a la castidad, desafortunadamente el Párroco le creyó y lo comunicó a los Superiores Provinciales que no dudaron de las palabras del sacerdote; la Hermana Sirviente estaba absolutamente convencida de la inocencia de Sor Marta , salió en su defensa asegurando que se trataba de una verdadera calumnia y logró que los Superiores no la cambiaran. El calumniador al ver que no la retiraban y que era la Hermana Sirviente la que la defendía trató de asesinarla, felizmente no lo logró, pero ese hecho permitió que se conociera la verdad. Todos reconocieron la inocencia de la Hermana.
Esta dolorosa prueba Sor Marta la vivió con una fe inquebrantable en Dios y con la confianza de que algún día se conocería la verdad; sin temores ni cobardías continuó su trabajo con los enfermos con el mismo cariño y abnegación con que siempre lo hacía ; nunca comentaba con sus compañeras el doloroso calvario que estaba sufriendo, ni hablaba de su calumniador, toda su confianza estaba en Dios en quien había puesto su vida., segura de que algún día se conocería la verdad.
En 1902 Sor Marta llegó al Hospital de Sniatyn, había adquirido no solo una grande experiencia, sino también mucha virtud.; se entregó como siempre no solo a los enfermos sino también a toda clase de pobres que acudían al hospital, sonriente, paciente y generosa se daba a todos sin reserva. Su vida terminó con un acto heroico de caridad: Un empleado del hospital recibió la orden de ir a desinfectar un cuarto en donde acababa de morir una paciente afectada del tifus, una enfermedad que era terriblemente contagiosa, se trataba de un empleado joven y padre de familia, el hombre estaba angustiado pensando en una posible contaminación para él y para sus dos hijos pequeños, cuando Sor Marta lo vio en esa angustia se ofreció generosamente para reemplazarlo. Dos días después de este acto heroico, empezó sentir los síntomas de la enfermedad , se emplearon todos los medios humanos para salvarla , inclusive oraciones de gentes de diferentes creencias religiosas oraban por su curación, pero todo fue inútil ; pasó varios días hospitalizada y el 30 de mayo de 1904 después de haber recibido la comunión se sumió en una oración profunda y entregó su alma a Dios.
Sor Marta había amado hasta el extremo como fiel discípula de Jesús, y como El, había pasado por el mundo haciendo e el bien. Las gentes que la conocieron la consideraban como una Santa y Mártir de la Caridad y empezaron a pedir su Beatificación. El proceso de estudio de su vida y sus virtudes se inició el 26 de junio de 1997 en la Diócesis de Lvov y se terminó el 30 de junio de 1998. Las actas fueron enviadas a Roma y el 9 de abril de 1999 la Sagrada Congregación para la causa de los Santos , publicó el Decreto aprobando la validez del proceso de Beatificación, ese Decreto lo promulgó el Papa Juan Pablo II el 20 de diciembre del 2004.La Beatificación se llevó a cabo el 24 de mayo del año 2008 en Lvov (Ucrania) y fue presidida por el Cardenal Francisco Bertone, en nombre del Santo Padre Benedicto XVI. Asistieron los Superiores Generales y numerosas Hijas de la Caridad especialmente de las 3 Provincias de Polonia, todos bendiciendo a Dios por esta nueva gracia concedida a la Compañía.
El 20 de septiembre del 2006, la Directora de le escuela de Szczordowo se reunió con los profesores y los padres de familia para buscar un patrón para la escuela. Todos por unanimidad escogieron a Sor Marta y decidieron dar su nombre a la escuela, pensando que es un buen ejemplo para su alumnos , después de obtener el consentimiento del Gobierno, el Obispo de la Diócesis y padres de familia profesores y alumnos realizaron este deseo con un acto muy solemne en el que se pusieron de relieve las virtudes de Sor Marta.
En Ucrania, en el cementerio de la ciudad de Sniatyn está la tumba de Sor Marta, es una tumba que permanece siempre adornada con flores y tejidos bordados según la costumbre del país. La tumba atrae a numerosos creyentes católicos, ortodoxos y judíos, porque todos, cualquiera que sea su raza o religión la llaman “LA MATUSZKA” que quiere decir la Buena Madre y vienen a confiarse a ella. Hoy San Vicente nos diría, como lo dijo cuando murió Santa Luisa “Qué hermoso cuadro hijas mías, qué hermoso cuadro, es como un espejo en el que debéis miraros, para aprender de ella.”

Sor Giuseppina Nicoli
En la Iglesia, la vida de Jesús continúa en la de los Santos. Los santos viven en épocas y lugares diferentes, tienen temperamentos diferentes, afrontan sufrimientos diferentes, responden a necesidades diferentes, así concretan lo que significa “Vivir de Jesucristo”. Giuseppina Nicoli hizo esto y nos anima a hacerlo nosotros también.
Giuseppina nació el 18 de noviembre de 1863 en Casatisma, una pequeña ciudad de Italia del Norte. No es difícil conocerla ya que se han conservado 1 473 de sus cartas. Muchos testigos han dejado también relatos de la viva impresión que había producido en ellos. Una de sus superioras escribió sobre ella: “Esta Hermana es un verdadero ejemplo de lo que significa ser Hija de la Caridad”. Cuando murió de tuberculosis el último día de diciembre de 1924, era ya conocida por su santidad y sus obras.
Sor Giuseppina entró en la Compañía de las Hijas de la Caridad en junio de 1884 habiendo obtenido ya el título de maestra. Llegó a Cagliari, Cerdeña en 1885 donde sirvió como maestra y catequista. En el proceso de beatificación algunas de sus alumnas ofrecieron testimonios conmovedores acerca de su serenidad, constante buen humor, actitud sonriente y acogida a todos por igual.
Un servicio que Sor Giuseppina realizó con gran cariño fue la atención a los “niños que llevaban cestos”. Eran niños de la calle, pobres, sin familia, abandonados o huérfanos, que dormían bajo las puertas o en cuevas cerca de la playa. Sobrevivían llevando mercancías en cestos de un vendedor a otro o del mercado a las casas, participando a veces en robos o engañando a la gente. Sor Giuseppina los acogía con gran respeto, los reunió en una escuela para enseñarles a leer y escribir, instruirlos en la catequesis y repararlos a su primera comunión. En el transcurso de los años Sor Giuseppina organizó muchos grupos de jóvenes pobres.
A partir de los 36 años, con excepción de algunos meses, Sor Giuseppine fue superiora en varias casas. Se le recuerda como una verdadera madre y sierva para las hermanas. Destacaba en ella la docilidad para hacer la voluntad de las demás no por debilidad sino por humildad.
Se podrían describir muchas cualidades de esta mujer extraordinaria pero hay tres en las que fue excepcional:
Su alegría: En ella reinaba una alegría apacible que irradiaba sobre los demás. Se mostraba siempre feliz, contenta, alegre, entusiasmada en su vocación.
Su humildad: Esta fue una de las cualidades que más marcó su entorno. Con el reconocimiento de sus propias limitaciones y debilidades puso toda su confianza en Dios quien a través de ella hizo grandas cosas. Decía a las Hermanas que “una vida espiritual auténtica consiste en un vacío total de sí misma que Dios llena”.
Su atención centrada en el Señor crucificado: Esta devoción la llevaba al sacrificio, la abnegación, la generosidad.
Sor Giuseppina enseñaba a las demás que la caridad “Es la profesión de una Hija de la Caridad” que la hace tan experta que los pobres acuden a ella con confianza. Las obras prodigiosas de Sor Giuseppina, especialmente la enseñanza y atención a los jóvenes, eran el siglo visible del amor de Dios por los pobres. Durante la Primera Guerra Mundial, trabajó enormemente, junto con sus hermanas, para conseguir comida para los hambrientos y junto a sus hermanas acompañó a muchas viudas que sufrían la pérdida de su marido y a los numerosos niños huérfanos.
Encontrarse con Sor Giuseppina era sentir la bondad de Dios y con su beatificación, celebrada el 3 de febrero de 2008 en Cagliari, Cerdeña, Italia, la Iglesia nos anima a ponernos en las manos de Dios para que Él pueda seguir transmitiéndolo a través de cada uno.

Margarita Naseau
Margarita Naseau fue una mujer que se resolvió a vivir para los demás. Esta es su desnuda verdad, su secreto vital, su amable misterio y este es el difícil, gozoso y decidido poema de su vida. Ella es una “perla preciosa”. “Todo el mundo la amaba porque no había nada en ella que no fuera amable”, nos dirá San Vicente. Las Hijas de la Caridad tenemos varios cuadros idealizados de Margarita Naseau pero el real y auténtico nos lo dio san Vicente de Paúl en lo que dijo de ella en julio de 1642.
“Margarita Naseau fue la primera en servir a los pobres enfermos de la parroquia de San Salvador, en la que se estableció la Cofradía de la Caridad el año 1630.
Margarita Naseau, de Suresnes, es la primera hermana que tuvo la dicha de mostrar el camino a las demás, tanto para enseñar a las niñas, como para asistir a los pobres enfermos, aunque no tuvo casi ningún maestro o maestra más que a Dios.
No era más que una pobre vaquera sin instrucción. Movida por una fuerte inspiración del cielo, tuvo el pensamiento de instruir a la juventud, compró un alfabeto, y, como no podía ir a la escuela para aprender, fue a pedir al señor párroco o al vicario que le dijese que letras eran las cuatro primeras; otra vez les preguntó sobre las cuatro siguientes, y así con las demás. Lugo, mientras seguía guardando sus vacas, estudiaba la lección. Veía pasar a alguno que daba la impresión de saber leer, y le preguntaba: “Señor ¿cómo hay que pronunciar esta palabra?” Y así, poco a poco, aprendió a leer; luego instruyó a otras muchachas de su aldea. Y entonces se resolvió a ir de aldea en aldea, para enseñar a la juventud con otras dos o tres jóvenes que había formado. Una se dirigía a una aldea, y otra a otra. Cosa admirable, emprendió todo esto sin dinero y sin más provisión que la divina Providencia.
Ayunó muchas veces días enteros, habitó en sitios en donde no había más que paredes. Se dedicaba a veces de día y de noche a la instrucción, no sólo de las niñas, sino también de las personas mayores, y esto sin ningún motivo de vanidad o de interés, sin otro plan que el de la gloria de Dios, el cual atendía a sus grandes necesidades sin que ella se diese cuenta. Ella misma contó a la Señorita le Gras que una vez, después de haber estado privada de pan durante varios días, y sin haber puesto a nadie al corriente de su pobreza, al volver de la misa, se encontró con qué poder alimentarse durante bastante tiempo.
Cuánto más trabajaba en la instrucción de la juventud, más se reían de ella y la calumniaban los aldeanos. Su celo iba siendo cada vez más ardiente. Tenía un despego tan grande, que daba todo cuanto tenía, aún a costa de carecer ella de lo necesario. Hizo estudiar a algunos jóvenes que carecían de medios. Los alimentó por algún tiempo y los animó al servicio de Dios; y esos jóvenes son ahora buenos sacerdotes.
Finalmente, cuando se enteró de que había en París una cofradía de la Caridad para los pobres enfermos, fue allá, impulsada por el deseo de trabajar en ella; y aunque seguía con gran deseo de continuar la instrucción de la juventud, abandonó sin embargo este ejercicio de caridad, para abrazar el otro, que ella juzgaba más perfecto y necesario; y Dios lo quería de esta manera, para que fuese ella la primera Hija de la Caridad, sierva de los pobres enfermos de la ciudad de París. Atrajo a otras jóvenes, a las que había ayudado a desprenderse de todas las vanidades y a abrazar la vida devota.
Tenía gran humildad y sumisión. Era tan poco apegada a las cosas que cambió de buen grado en poco tiempo de tres parroquias, a pesar de que salía de cada una de ellas con gran pena.
En las parroquias se mostró siempre tan caritativa como en el campo, dando siempre todo lo que podía tener, cuando se presentaba la ocasión; no podía rehusar nada, y le hubiera gustado tener a todo el mundo en su casa. Hay que advertir que entonces todavía no existían las comunidades formadas ni regla alguna que le impidiese obrar de esta manera.
Tenía mucha paciencia; no murmuraba jamás. Todo el mundo la quería, porque no había nada que no fuese digno de amor en ella.
Su caridad era tan grande que murió por haber acostado con ella a una pobre muchacha enferma de la peste. Contagiada de aquel mal, dijo adiós a la hermana que estaba con ella, como si hubiese previsto su muerte y se marchó al hospital de San Luis, con el corazón lleno de alegría y de conformidad con la voluntad de Dios.”
Ella, con su vida y su entrega “muestra el camino a las demás”. Nos lo muestra a todos. Ese camino que es Jesucristo y que se anda amando y sirviendo a los pobres como él. Ella nos enseña a meternos en la escuela de Jesús y a aprender del único Maestro.

Beata Sor Lindalva Justo de Oliveira
Al hablar de las Hermanas difuntas San Vicente decía: “Piensen cómo eran, qué es lo que hacían y anímense a imitarlas”. Esto mismo nos diría hoy sobre Sor Lindalva Justo de Oliveira, Hija de la Caridad de Brasil que ha sido beatificada el 2 de diciembre de 2007 en San Salvador de Bahía, Brasil.
Sor Lindalva nació el 20 de octubre de 1953 en un pequeño poblado, Malhada de Arena, municipio de Acu, Río Grande del Norte, Brasil, hija del segundo matrimonio de Juan Justo de Fe (viudo) y de María Lucía de Fe, de cuyas nupcias nacieron 12 hijos.
Lindalva, la sexta hija del matrimonio, ya daba señales de una especial predestinación pues se entregaba con naturalidad a las prácticas de piedad.
Creció como una niña normal de aspecto gracioso, piadosa y muy sensible para con los pobres, de tal forma que aún joven sorprendió a la familia dando su propia ropa a los necesitados. Trasladándose a Natal, estudiaba y trabajaba para mantenerse y ayudar a la familia. Todos los días visitaba a los ancianos del Instituto Juvino Barreto.
En 1988, después de la muerte de su padre, a quién atendió en los últimos años de su enfermedad y vejez, entra en la Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl.
Fue pasando las etapas de su formación en la práctica de las virtudes, en el amor a la oración, en la obediencia alegre, en la coherencia de vida y en la comprensión hacia los demás; luchaba por crecer en el camino de la perfección. Se notaba en ella un gran amor a los pobres.
Terminado el noviciado fue enviada a un asilo de ancianos: “Abrigo Don Pedro II” en San Salvador de Bahía, recibiendo el servicio de coordinar una enfermería de 40 ancianos. A la caridad unía el celo espiritual por sus asistidos, procurando llevarlos a Cristo por la buena palabra. Su conducta era impecable, alegre, pura, modesta y cariñosa para con todos. Aún encontraba tiempo para visitar a los pobres en sus domicilios y buscaba medios para cubrir sus necesidades materiales. Lindalva se sentía feliz y realizada en su trabajo.
Un hombre que se encontraba en el asilo, Augusto da Silva Peixoto, comenzó a asediar a Sor Lindalva. Ella experimentó miedo, confió su situación a las Hermanas y se refugió en la oración. Su amor por los ancianos la mantenía en el asilo.
Por la mañana del viernes de la Semana Santa de 1993 sor Lindalva había participado, muy temprano, en el Vía Crucis en la Parroquia del Buen Viaje. Al regresar fue a servir el desayuno a los ancianos. Subió las escaleras de la enfermería y se puso a servir pan y café con leche para los ancianos. Todos ellos estaban en fila esperando. La Hermana, atenta con el café, tenía la cabeza baja cuando sintió que le tocaban el hombro. Se volvió y tuvo tiempo apenas de ver el rostro enfurecido del hombre que había conocido hacía pocos meses. En seguida, recibió docenas de cuchilladas por todo el cuerpo. Los médicos legistas encontraron en el cuerpo de Sor Lindalva 44 perforaciones.
En aquel Viernes Santo, cuando Cristo moría en la cruz, ella moría en la enfermería uniéndose así a la pasión que un poco antes acababa de celebrar en el Vía crucis.
Algunos de sus pensamientos:
“Nací para entregarme a Dios en la persona de los pobres y no deseo más nada, Señor, que vivir esa entrega con dedicación total y un grande amor”
“Cuando Dios llama no vale esconderse; más pronto o más tarde la voluntad de Él prevalecerá»

Sor Margarita Rutan
Nació en Metz el 23 de abril de 1736 y fue la octava de quince hijos. Fue bautizada el mismo día de su nacimiento. Sus padres, ejemplares testigos de la fe cristiana, dieron una sólida formación a sus hijos. Dos hermanas de Margarita, Françoise y Antoinette Thérèse, fueron también Hijas de la Caridad y murieron siendo muy jóvenes. El Padre de Margarita, quien había tenido una gran promoción profesional en el campo de la construcción, formó a su hija quien se constituyó su más estrecha colaboradora.
Hacia los dieciocho años Margarita sintió el fuerte deseo de consagrar su vida al Señor en la Compañía de las Hijas de la Caridad y así se lo confió a su familia pero tuvo que esperar, muy a su pesar, hasta cumplir veintiún años para que su padre la dejase marchar.
Al concluir el noviciado en la Casa Madre en París, fue enviada al hospital de Pau donde además del servicio a los enfermos dirigió una pequeña fábrica de lana organizándola de modo eficiente y productivo. Luego prestó servicio en Brest, Fontainebleau y otros hospitales.
En 1779 llega sor Margarita a Dax como superiora de una comunidad encargada de un nuevo hospital donde hubo que iniciar desde adquirir el mobiliario necesario y organizar el servicio. Se hizo cargo también de ampliaciones y construcciones nuevas, especialmente la de la capilla del hospital.
Además del trabajo en el hospital ninguna miseria escapaba a su mirada atenta. Esta sensibilidad de su corazón la hizo atender la enseñanza a los niños pobres en aulas construidas en el terreno del hospital. El hospital de Dax, en el que se ayudaba y servía a los pobres con gran competencia y caridad, era motivo de orgullo para los habitantes de la ciudad y de agradecimiento a Sor Margarita.
Por estos años, la situación difícil interna de Francia afectaba también al Hospital que poco a poco se iba quedando sin recursos.
La Asamblea Constituyente establecida en 1789 intentaba a toda costa construir una sociedad sin religión y sin Dios. Se suspendieron los votos religiosos, se confiscaron los bienes de la Iglesia y se estableció una “Constitución civil del Clero”. El odio antirreligioso y anticatólico se desarrolló con mayor crueldad en la ciudad de Dax y se centró en las Hijas de la Caridad debido a su viva presencia en la Iglesia y de entre ellas, especialmente en Sor Margarita por el rol cualificado que tenía en la sociedad y en la Iglesia. El Obispo de Dax y el capellán del Hospital fueron sustituidos por sacerdotes que sí habían prestado juramento a la Constitución civil del clero.
Con el afán de continuar al servicio de los enfermos Sor Margarita y sus compañeras sustituyeron el hábito oficial por otro más sencillo. Sor Rutan fue acusada, en diciembre de 1793, de “fanatismo” de “incivismo” y de otros falsos delitos. El 24 de diciembre fue encarcelada. El único motivo de acusación verdaderamente fundado era que Sor Margarita, a pesar de las presiones y las amenazas, permanecía fiel a su fe católica, dando auténtico testimonio de ella.
Cuatro meses después de su encarcelamiento le fue leído a Sor Margarita el documento donde se expresaban las acusaciones por las que se le condenaba a morir. Ante la imposibilidad de defenderse Sor Margarita expresó el perdón a los que le hacían ese daño. También fue condenado a muerte, en ese mismo momento, el anciano párroco de Gaube. Atados espalda con espalda los dos fueron conducidos, a través de las calles de la ciudad, entre la incredulidad y disgusto de la mayoría de las personas, hasta la plaza principal de Dax donde se encontraba la guillotina. Al ver el dolor de dos militares que los acompañaban Sor Margarita regaló a uno su reloj y a otro su pañuelo.
Al despojarse de su cofia para prepararse a recibir la cuchilla de la guillotina un soldado intentó despojarla de un pañuelo que le cubría el cuello y Sor Margarita se lo impidió. Al caer la cabeza el soldado se ensañó contra ella golpeándola. Era la tarde del 9 de abril de 1794.
La fama del martirio rodeó a Sor Margarita desde el día de su muerte, Ella, como otros muchos, fue sacrificada por haber permanecido fiel y obediente a la Iglesia y al Papa.
Sor Margarita Rutan había entregado ya su vida en el cotidiano martirio que es el testimonio en el servicio a los pobres y los enfermos, en la solidaridad con los hermanos, en cuyo rostro se encuentra al mismo Cristo. Su martirio fue el momento culminante del don que hizo de sí misma a Dios.
La beatificación de Sor Margarita Rutan tuvo lugar en Dax, Francia, el 19 de junio de 2011.

Beata Sor Rosalía Rendu
Jeanne Marie Rendu nace el 9 de septiembre de 1786 en la aldea de Confort, Francia. Sus padres son pequeños propietarios que llevan una vida sencilla. La Revolución de 1789, anticlerical, causa confusión y desunión en la Iglesia. La familia Rendu, aun arriesgando su vida, acoge a algunos sacerdotes perseguidos, entre ellos al Obispo de Annecy. La educación cristiana de Jeanne Marie está marcada por este tiempo de persecución. Hará su primera comunión una noche, en el sótano de su casa, a la luz de unas velas.
A la edad de 10 años, la muerte de su padre y la de su hermanita pequeña en el intervalo de unos meses la conmueven fuertemente. Consciente de su responsabilidad de ser la mayor, ayuda a su madre, ocupándose de sus dos hermanas pequeñas.
Cuando de nuevo reina la paz, la señora Rendu, envía a su hija a las religiosas ursulinas que tienen un pensionado en Gex. Jeanne Marie va a veces al hospital de la ciudad y allí descubre el servicio que las Hijas de la Caridad prestan a los enfermos y a los pobres. y siente, cada vez con más fuerza, la llamada de Dios a unirse a ellas.
El 25 de mayo de 1802 entra en la Compañía de las Hijas de la Caridad, en París. Unos meses más tarde, la destinan al barrio Mouffetard donde recibe el nombre de Rosalía. Allí permanecerá 54 años, curando, socorriendo, consolando a todos los que sufren. Hombres, mujeres y niños trabajan durante largas horas en las insalubres fábricas. Los salarios eran poco elevados, las enfermedades atacan a los pobres obreros, quienes ven acentuarse su miseria.
Para responder a las múltiples necesidades que percibe, Sor Rosalía, con las Hermanas de su Comunidad, abre sucesivamente un dispensario, una farmacia, una escuela, un orfanato, una guardería, un patronato para las jóvenes obreras y una casa para ancianos sin recursos. El impulso de caridad que anima a esta Hermana es comunicativo: varias señoras de la clase rica aportan su ayuda financiera. Estudiantes deseosos de poner en práctica su vida cristiana acuden a Sor Rosalía para pedirle consejo; será éste el comienzo de la Sociedad de San Vicente de Paúl.
Durante las Revoluciones de 1830 y 1848, la vemos junto a todos los que sufren, cualesquiera que sea el campo al que pertenezcan. Sube a las barricadas para socorrer a los heridos y protege a todos los que se refugian en su casa. Arriesgando su vida, se interpone entre los que luchan diciendo: “Aquí no se mata ”.
En 1852, Napoleón III manda imponerle la Cruz de la Legión de Honor, homenaje del gobierno por toda la obra llevada a cabo en ese barrio tan miserable de la capital.
Su muerte, el 7 de febrero de 1856, provoca una gran emoción en todos los ambientes sociales de París. Por delante del coche fúnebre caminaba una ola silenciosa, en la que fraternalmente se confundían todas las clases sociales.
Sor Rosalía fue beatificada por Juan Pablo II el 9 de noviembre de 2003

Santa Isabel Ana Seton
El 14 de septiembre de 1975, fue canonizada Isabel Ana Bayley Seton, la primera santa nativa de los Estados Unidos. Una de las ramas de sus hijas espirituales, Las Hermanas de la Caridad de San José, fundadas en Emmitsburgo, Maryland, (EE.UU.) se unieron a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl en 1850.
Isabel Seton nació el 28 de agosto de 1774 en Nueva York. Sus padres eran anglicanos piadosos. Su Madre murió en 1777 y su padre se volvió a casar. Isabel y su hermana María sufrieron mucho debido al rechazo de su madrastra. Muy joven conoció a William Magee Seton, un importante negociante en importaciones y exportaciones y después de un corto tiempo de noviazgo se casaron.
El matrimonio de los Seton fue muy feliz y pronto conocieron la dicha de tener cinco hijos. Luego vinieron dificultades financieras que llevó a la quiebra la compañía del Sr. Seton al mismo tiempo que él comenzó a presentar signos evidentes de tuberculosis. En un esfuerzo desesperado por recuperar la salud William, Isabel y su hija mayor viajaron a Liorna, Italia donde William murió. Isabel queda viuda a los veintinueve años con cinco hijos pequeños.
Isabel queda en Italia por varios meses acogida por la familia Filicchi. Durante su estancia entra en contacto con las prácticas religiosas católicas. Entre los aspectos que más impresionaron a Isabel y la llevaron a la conversión están la fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía y la devoción a María, Madre de Dios. De regreso a Nueva York, además de la difícil situación económica tuvo que sufrir la oposición de su familia y amigos a su ingreso en la Iglesia Católica que se realizó en marzo de 1805.
Tuvo también muchas dificultades para desempeñar sus servicios como maestra. Sacerdotes sulpicianos franceses llegados a Estados Unidos la animaron a realizar su “proyecto de vida “. En 1809 ya estaba integrado un pequeño número de jóvenes que junto con Isabel iniciaron una nueva comunidad: Las Hermanas de la Caridad de San José que fueron guiadas en el carisma vicenciano adoptando las Reglas de las Hijas de la Caridad.
La historia de la familia vicenciana en América del Norte es un camino de fe comenzado con Madre Seton. Es una historia llena de fragilidad humana, de sentimientos y de sueños semejantes a los de Vicente de Paúl y Luisa de Marillac.
Isabel muere piadosamente en Emmitsburg el 4 de enero de 1821. Su beatificación tiene lugar el 17 de marzo de 1963, bajo el pontificado de Juan XXIII. El 14 de septiembre de 1975 es canonizada por Pablo VI.

Mártires de España
Veintisiete Hijas de la Caridad y una Hija de María dieron testimonio de fidelidad heroica hasta el martirio. Al contemplar sus vidas sencillas, de entrega humilde y fiel, admiramos las maravillas que El Señor hizo en cada una. Ellas permanecieron ancladas en una fe sólida, en una vida de oración intensa, alimentada en la eucaristía, un gran amor a la Virgen María y un profundo sentido eclesial. Apoyadas en una vida fraterna que las sostenía y alentaba, amaron con ternura a los pobres, los sirvieron con entusiasmo y alegría, sufrieron y gozaron, dando lo mejor de sí mismas.
Las veintisiete Hijas de la Caridad mártires y la joven Hija de María que las acompañó al martirio irradia la fortaleza del Espíritu Santo en medio de la persecución.
Cinco Hermanas de Leganés, Madrid Sor Melchora Adoración Cortés Bueno, Sor María Severina Díaz-Prado Gauna, Sor María Dolores Barroso Villaseñor, Sor Estefanía Saldaña Mayoral, Sor María Asunción Mayoral Peña
Servían a los necesitados en el Hospital psiquiátrico Santa Isabel y el Colegio La Inmaculada. Fueron fusiladas la noche del 12 de agosto de 1936 junto a la puerta de Hierro de Madrid.
Dos Hermanas de Jaén Sor Ramona Cao Fernández, Sor Juana Pérez Abascal. Prestaban sus servicios en el Hospital antituberculoso llamado “El Neveral”. Se vieron obligadas a trasladarse a Madrid en tren. Al bajar del tren las arrastraron y fusilaron en el Pozo del Tío Raimundo, el 12 de agosto de 1936, junto a la vía del tren.
Tres Hermanas de Albacete, Sor Dolores Úrsula Caro Martín, Sor Concepción Pérez Giral, Sor Andrea Calle González. Ofrecían sus servicios de acogida, educación y promoción a los internos en la casa de Misericordia de Albacete. Obligadas a dejar el establecimiento se dirigieron a Madrid. Al descender de un tranvía fueron identificadas y llevadas al tribunal popular de Vallecas. Fueron violadas, “toreadas” y apedreadas y por último fusiladas posiblemente en septiembre de 1936.
Dos Hermanas del Hospital Santa Cristina de Madrid, Sor Modesta Moro Breiz, Sor Pilar Isabel Sánchez Suárez
La comunidad del Hospital Santa Cristiana realizaba un triple servicio: atención a las madres que daban a luz, cuidado de los niños recién nacidos y organización de las escuelas de parteras. En la calle fueron identificadas como Hijas de la Caridad, fueron fusiladas en el Km. 6 de la carretera a Toledo el 31 de octubre de 1936.
Dos Hermanas de hospitales de Madrid, Sor Josefa Gironés Arteta, Sor Lorenza Díaz Bolaños. Estas Hermanas prestaban sus servicios en el Hospital de San Carlos y el Hospital de Inválidos del trabajo de Madrid. Fueron fusiladas el 22 de noviembre de 1936 en el parque de los Vistillos de Madrid frente a la catedral de Nuestra Señora de la Almudena todavía en construcción.
Una Hermana del Asilo Colegio Alburquerque de Madrid, Sor Gaudencia Benavides Herrero
Llegó a España tras 23 años de misionera en Puerto Rico. Estaba enferma y se encargaba de servir la comida a un centenar de personas en situación de calle. Fue apresada junto con sus compañeras por su condición religiosa. Durante los meses de prisión sufrió un trato inhumano sin compasión alguna. Unas buenas personas la sacaron a morir en el Hospital San Luis de los franceses.
Tres Hermanas del Asilo de San Eugenio de Valencia, Sor Rosario Ciércoles Gascón, Sor María Luisa Bermúdez Ruiz, Sor Micaela Hernán Martínez. Esta comunidad tenía la misión de acoger y educar a niños sin hogar En agosto de 1936 fueron apresadas. Al terminar la guerra se supo que fueron fusiladas en un huerto de naranjos en Benavites.
Una Hermana del Hospital y Escuela de Segobre, Sor Martina Vázquez Gordo. La comunidad había realizado en Segobre una amplia obra social. El 26 de julio de 1936 las Hermanas recibieron la orden de dejar la institución y las encerraron en una casa en ruinas. El 4 de octubre de 1936 Sor Martina fue levada en un camión, la bajaron del vehículo y la mataron con varios disparos.
Una Hermana del Hospital General de Valencia, Sor Josefa Martínez Pérez. El Hospital general de Valencia, en 1936, era uno de los mejores organizados de España. Las 100 Hermanas de la Comunidad fueron expulsadas entre el 24 de julio y el 3 de agosto. El 14 de octubre Sor Josefa y una Hermana suya fueron detenidas. El día siguiente Sor Josefa fue fusilada. Su Hermana salvó la vida.
Dos Hermanas de la Casa de Beneficencia de Valencia, Sor Victoria Arregui Guinea, Sor Joaquina Rey Aguirre
Las 46 Hermanas que formaban la comunidad estaban entregadas a la educación, promoción cultural, orientación profesional y evangelización. Fueron expulsadas del establecimiento el 26 de julio de 1936. Sor Victoria y Sor Joaquina fueron sacadas de su refugio, apresadas y condenadas a muerte. Las llevaron a Gilet (Valencia) y allí fueron fusiladas junto a los muros del cementerio. Era el anochece del 29 de octubre de 1936.
Cinco Hermanas del Colegio del Carmen de Bétera y una joven Hija de María, Sor Josefa Laborra Goyeneche, Sor Carmen Rodríguez Banazal, Sor Estefanía Irisarri Irigaray, Sor Ma. Del Pilar Nalda Franco, Sor Isidora Izquierdo García y Dolores Broseta Bonet. Su misión educativa la desarrollaban en el Asilo de párvulos bajo el patrocinio de la Virgen del Carmen. El 21 de julio de 1936 fueron expulsadas de la Institución y apresadas en los primeros días de diciembre. Toda la comunidad fue fusilada en el Picadero de Paterna (Valencia).
Con ellas sufrió el martirio Dolores Broseta, Hija de María que las ayudó a buscar alojamiento y cada día les llevaba la comida ofrecida por antiguas alumnas de Bétera.
Los mártires de todos los tiempos han recibido el don del martirio como sello de su caridad: “Han vencido en virtud de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio que dieron, y no amaron tanto su vida que temieran la muerte” (Ap 12,11)
Junto con un grupo de más de 500 mártires, testigos de Jesucristo, las veintisiete Hijas de la Caridad y Dolores, Hija de María, fueron beatificadas en Tarragona, España el 13 de octubre de 2013, año de la Fe.

Mártires de Angers
El sábado primero de febrero de 1794, en el pequeño pueblo de Angers, Francia, dos Hijas de la Caridad: sor María Ana Vaillot y Sor Odilia Baumgarten, van en un largo convoy. Son 398 personas, mujeres en su mayoría. Van atadas de dos en dos a una cuerda central y custodiadas por gendarmes. Avanzan hacia el campo donde serán ejecutadas. ¡Conozcamos esta historia!
En 1639 se establecen las Hijas de la Caridad en el Hospital de Angers. En 1792, al proclamarse la República de Francia, la Superiora General da a conocer a la Compañía el decreto de supresión de todas las corporaciones eclesiásticas. Encomendaba a las hermanas “No abandonen el servicio de los pobres si no se ven forzadas a hacerlo…
para poder continuar el servicio de los pobres préstense ustedes a todo lo que, honradamente, se les pueda exigir en las presentes circunstancias, con tal que no haya en ello nada contra la religión, la iglesia y la conciencia”.
En septiembre de este mismo año el rigor de la persecución se va a hacer presente en el Hospital de Angers. La finalidad era que las hermanas prestaran el juramento de obediencia a una nueva organización civil en donde la Iglesia pasó a depender del Estado.
El alcalde del ayuntamiento informa que las Hermanas harían el juramente pero que se los impide la influencia de tres de ellas: Sor Antoniette , superiora, María Ana y Odilia. La conclusión es inmediata: “serán arrestadas inmediatamente”. Esto ocurre el domingo 19 de enero de 1794. Dos días después soltaron a Sor Antoniette . La razón era que “se había decidido sacrificar a Sor María Ana y a Sor Odilia pensando así impresionar a la Superiora y a las demás que habían rehusado prestar el juramento”.
El 21 de enero las dos Hermanas comparecen ante el juez quien decreta que serían fusiladas. Ellas prefirieron morir antes que hacer algo en contra de su conciencia. El 1º. de febrero el comisario de la prisión se presentó con una lista en la mano y empezó a llamar a las víctimas quienes iniciaron la marcha hacia el lugar de la ejecución. Sor Odilia mostró miedo al salir de la prisión, apoyándose en el brazo de Sor María Ana se sintió fortalecida por la firmeza de su Hermana.
Los condenados avanzaron los 3 kilómetros hasta el lugar de la ejecución cantando cánticos y salmos. Las hermanas se animaban y fortalecían mutuamente y también a los que con ellas iban a morir por la fe. El numeroso grupo se alineó a lo largo de las fosas. Al ser reconocidas por los que con ellas sufrirían el martirio se elevó un clamor: pedían gracia para las Hermanas.
El hombre responsable de la ejecución se siente impulsado a salvar a las Hermanas: Ustedes han prestad servicio a la humanidad, les dice, ¿quieren dejar de hacer las buenas obras que siempre han hecho? No hagan el juramento y yo me comprometo a decir que lo han hecho. Sor María Ana se encargó de dar la respuesta: “No solamente no queremos hacer el juramento, ni siquiera queremos que se crea que lo hemos hecho”. Se dio entonces la orden de disparar.
Sor María Ana no cayó a la primera descarga, únicamente se rompió el brazo. Pudo entonces sostener a Sor Odilia, inanimada y sangrando, mientras llegaba su hora.
Con su muerte ellas expresaron cómo era su vida. Lo atestiguado con su sangre lo venían atestiguando con su fe y su acción. Al morir proclaman a quién habían servido durante la vida. Nos dicen algo muy sencillo: Que ser cristiano es seguir a Jesús y seguir a Jesús es acompañarlo cargando su cruz diariamente.
El 19 de febrero de 1984 Juan Pablo II beatificó a sor María Ana y a Sor Odilia, junto con otros 97 compañeros que dieron su vida en fidelidad a Cristo y a la Iglesia

Mártires de Arras
María Magdalena Fontaine y tres compañeras: María Francisca Lanel, Teresa Magdalena Fantou y Juana Gerard son conocidas como las mártires de Cambrai, pues allí murieron víctimas de la Revolución Francesa, el 26 de junio de 1794, mientras ejercían su misión de servicio al pobre.
Cuando comenzó la Revolución Francesa, en la casa de Arras, Francia, las Hijas de la Caridad se consagraban allí a la educación de las niñas pobres, visitas a domicilio y al cuidado de los enfermos. Atendían la farmacia, haciéndose famosas por la eficiencia con que preparaban las medicinas. La comunidad se componía de siete Hermanas. Sor Magdalena Fontaine era la superiora.
La Revolución Francesa marcó profundamente no sólo la historia de Francia sino la del mundo entero. Por la constitución civil del clero quisieron atacar a la iglesia como tal hiriendo profundamente la conciencia cristiana.
En 1789 se confiscaron los bienes eclesiásticos, al año siguiente se declararon nulos los votos religioso y se suprimieron las congregaciones religiosas.. En 1792 la Asamblea Legislativa impuso para todo el clero y religiosos un juramento que llevaba consigo el cisma en la Iglesia de Francia, separándola de la Iglesia Universal.
En 1793 se presentó en la casa de las Hermanas la comisión encargada de requerir el juramento. Las hermanas se negaron a hacerlo y aunque la casa fue registrada no expulsaron a las Hermanas que pudieron continuar al servicio de los pobres.
En Arras se instaló la guillotina en la plaza mayor y en tres semanas fueron 150 las personas decapitadas por negarse a hacer el juramento. El 15 de febrero de 1794 un decreto de prisión fue firmado contra ellas. En el tiempo pasado en la cárcel las Hermanas aportaron un mensaje de resignación alegre, de frases animosas, de rasgos edificantes, transmitiendo la palabra de Dios. Infundiendo valor con su presencia serena y atenta a las necesidades de los demás. De Sor Magdalena Fontaine se decía: “habla siempre como enviada de Dios y goza del don de consolar y reanimar los corazones abatidos” Sor Magdalena había predicho que ellas serían las últimas ejecutadas.
El 25 de junio las Hermanas son sacadas de la cárcel por la noche para ser entregadas al día siguiente al tribunal quien las condenó a muerte por negarse a prestar el juramento. Al escuchar la sentencia las Hermanas contestaron “¡Demos gracias a Dios!”.
En algunas “memorias de la revolución”, al referirse a la muerte de las Hermanas se destaca la adhesión a su religión, su negativa a jurar, su continua oración hasta el patíbulo, sus sentimientos heroicos de fe y amor a Dios”.
El 14 de mayo de 1907 fueron declaradas por la Iglesia Venerables y el 13 de junio de 1920 se celebraron con toda solemnidad las fiestas de la beatificación de sor Magdalena Fontaine y sus compañeras.